POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Francisco Santos se sintió como si todavía estuviera en el
liberalismo y por lo tanto podía ejercer el sagrado derecho a disentir.
Menuda sorpresa se llevó cuando el jefe supremo Alvaro Uribe habló y dijo que la escogencia de candidato presidencial
por el Centro Democrático se haría por convención y no por consulta popular,
como habían pactado los precandidatos. Y más, al ver
que accionó toda la tecnología de punta en organización de convenciones,
con Echeverri Correa y Valencia Cossio a
la cabeza, como quien dice para que no quedara títere con cabeza. Debió sentir
la nostalgia de los tiempos de El
Tiempo, cuando un editorial del periódico escogía a tinta el candidato presidencial y extrañaría todos esos días dorados de liberalismo, de
hegemonía de un periódico . Ahora tenia
que acostumbrarse a que el Tiempo ya no
es de su familia y que por lo tanto, lo
que él significaba, ya no significa, que si todos los Santos se encontraban
dirigiendo y escribiendo en el periódico, ahora ya no queda ni uno. Empezó la deserción con el mejor de todos, con Enrique,
cuyas columnas eran consideradas como las mejores, las imprescindibles. Luego
Juan Manuel para aspirar a la presidencia . A continuación Rafael, el menos
intelectual pero el verdadero cerebro de la empresa como empresa editorial. Debió Francisco pensar también y comparar , cuando fue escogido por Alvaro Uribe para ser su vicepresidente y
ahora le cambiaban las reglas del juego,
cuando ya estaban acordadas. Y se dio
cuenta que allí no había una decisión, sino una orden. La de escoger candidato
por convención , que es el acto mas amarrado
que puede existir en política. Lo que quiere decir, que el candidato
presidencial ya está escogido y la convención solo sirve para protocolizar
ese hecho. Como hacían los soviéticos cuando se trataba de escoger primer ministro
y no se anunciaba, ni se reunía nadie a tomar esa decisión, ni pasaba por una asamblea,
o un cuerpo deliberante. No, simplemente se le colocaba en un puesto especial
en algún desfile patriótico, o en una fecha simbólica y esa era la señal. Como
ocurre también en el Vaticano cuando sale el humo blanco. En el uribismo ya
salió el humo blanco y por lo tanto, las
ilusiones empiezan a marchitarse para Francisco Santos, quien soñaba no tanto
con ser presidente, sino con disputarle el honor a su primo, para reírse de él
y decirle en la cara: Yo también puedo.
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