POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Tanto a la generación de Alfonso Marín Morales como a la mía
nos seducía el modelo del caudillo , para quienes las figuras de Franco y de
José Antonio Primo de Rivera, eran la síntesis de todo lo que se debía hacer
con el Estado. Ya la impronta de los führer criollos rondaba por todas las
esquinas del país y del continente. A esa generación de Marín Morales
pertenecieron Hernando Sorzano González, Humberto Silva, Carlos Augusto Noriega
y Darío Marín Vanegas. Todos expertos en hacer elecciones y en dar la sensación
del “ hombre fuerte”. Pero Alfonso Marín terminó por decepcionarse de la política cuando se perfilaba para ser
uno de esos hombres fuertes, uno de esos grandes jefes y se retiró a la alta burocracia. Llegó a una Notaría y
empezó a cambiar de mirada, ya la cosa pública que a su generación tanto
entusiasmaba, fue perdiendo espacio y la irrupción de la vida privada, de la
empresa privada, seducía a las nuevas promociones de jóvenes. Por ahí enderezó
a sus hijos y bien pronto crearon una empresa para la construcción. Asi nació Marval. A su vez, Bucaramanga tenía una lenta
y corta promoción de personas que jalonaban el progreso, como don Alfonso
Silva, Emilio Suárez, Apolinar Pineda, los Silva Valderrama, Abdón Espinosa , Saúl Díaz, Pedro María Buitrago ,
Alfredo y Ambrosio Peña, Nepomuceno Cartagena, en fin, para venir a cuajar en Armando Puyana
como el artífice del progreso arquitectónico de la ciudad, como el hombre al
que le cabía la ciudad en la cabeza y se dedicó de por vida a ser el gran
hacedor de la Bucaramanga del futuro. A eso también vinieron a consagrarse los Marín
Valencia, con su padre a la cabeza, para convertirse en hacedores de ciudad. Ya
habían construido la Bucaramanga del centro donde domina el edificio de la
Triada, que se vino ha convertir con el tiempo en el lenguaje de la ciudad, la palabra a caballo de
profesionales y de artistas que allí llegan para hablar pestes de todo y de
todos.
Luego se extendieron a otras ciudades, se fueron a Miami ,
la Florida, los Estados Unidos. Construyeron el complejo
de San Pio, conectando la vieja ciudad con la nueva y por último remataron su
faena con la construcción del bello centro comercial El Cacique, que queda bien
en cualquier ciudad del mundo. Con esa obra,
los Marín internacionalizaron a Bucaramanga, le redondearon su cara de ciudad
turística y de progreso . Meterse en el mundo moderno de los centros comerciales es
estupendo y sobre todo, luego de
recorrer los amplios espacios , de El
Cacique, sus almacenes bien surtidos y bellamente decorados, llegar al cuarto
piso donde se puede ver el relieve de la ciudad, el perfil de la ciudad
pujante, que es un enjambre de trabajo y de dedicación. Queda la ciudad endeudada con la familia Marín
por este aporte excepcional para
afianzarla en este mundo de la globalización y de la intercomunicación.
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