POR: RAUL PACHECO BLANCO.
Fue tanto el énfasis del presidente Santos en que el
tribunal de paz haría justicia y repararía a las víctimas, que la opinión pública
empezó a tragarse el cuento. Por eso, cuando las Farc se constituyeron en
partido político y se lanzaron nombres
para el Congreso y candidato presidencial, la opinión pública puso el grito en
el cielo. No podía ser posible que los guerrilleros sin tribunal a la vista, ni
jueces para juzgarlos, se lanzaran a los cargos públicos. ¿En dónde quedaba el
juicio, la absolución o la condena, el resarcimiento de los perjuicios? Pues
viéndolo bien da lo mismo que se lancen ahora o dentro de cuatro años cuando
hayan sido juzgados y absueltos por la justicia especial para la paz. El tribunal
no es un tribunal para juzgar delitos y condenar, sino para absolver. Los
guerrilleros culpables de delitos políticos según los pactos serán amnistiados,
per se, sin necesidad de pasar por jueces
y tribunales y los demás, los que están sindicados de delitos de lesa humanidad
y de guerra, irán a juicio con el tribunal. Pero se sabe de antemano que ni
siquiera los guerrilleros que hayan cometido éstos delitos, serán privados de
su libertad y deberán pagar una condena. Para estos, si confiesan, ¿quién no lo
haría a semejante precio de ganga?, se les condenará. Parece excesiva la
palabra, a penas, igualmente excesiva la palabra, a realizar obras sociales: desyerbar una calle
y no purgarán ni un minuto de privación
de la libertad. Y además, podrán adelantar sus campañas para los cuerpos
colegiados, sin inhabilidad alguna, no obstante sus antecedentes. Da lo mismo
pues, que se lancen ahora, cuando no existe tribunal ni jueces, que cuando el
Congreso haya aprobado la constitución del tribunal y éste empiece a laborar,
ante la admiración de la opinión pública mundial, y ante la conciencia jurídica
de la Corte Penal Internacional que no
sabrá qué hacer en ese momento, si alabar semejante astucia o ponerle freno a
tanta impunidad. Luego en medio de todo está muy bien que esto hubiera pasado
para que la opinión pública se diera cuenta, ahí sí, de que los guerrilleros no
pagarán un solo día de cárcel ni por los
delitos más graves que hayan cometido. Así que la candidatura presidencial de Timochenko
es un hecho, lo mismo que las de Iván Márquez y el resto de miembros del
secretariado, como si fuese un milagro
de José Gregorio Hernández, el santo venezolano, no el jurista colombiano.
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