POR RAUL PACHECO BLANCO.
Colombia viene en tránsito de la modernidad a la
posmodernidad. Ese país moderno en que los sindicatos agitaban la política, los
partidos políticos expresaban la opinión pública, los periódicos informaban y
trazaban derroteros, la religión era extigmatizada, pues el laicismo se imponía,
ya no existe. Ahora los sindicatos no tienen el poder que antes exhibían. Los partidos políticos,
unos auténticos ejércitos en que la fidelidad y la lealtad jugaban parejas
alrededor de una doctrina y unos comportamientos, también han desaparecido. Se
han venido liquidando así mismos, se han constituido en simples vehículos de
familias para acceder al poder, pero no convocan ni difunden tesis nuevas. El
Tiempo antes bastión del partido liberal,
su vocero natural y su orientador, ahora es propiedad de un conglomerado financiero,
que seguramente será absorbido por la globalización. El Siglo antes la
expresión del conservatismo, ahora es una hoja parroquial de escaso
cubrimiento. Y los periódicos ya no informan porque todo lo sabemos primero por
medios cibernéticos y los lectores se desplazaron a las redes sociales. La religión
antes una sola y verdadera se batía a fondo con el protestantismo puro,
ahora se ha abierto en un abanico de religiones creadas como empresas. Periodistas
que antes se movían en los periódicos y
en la televisión, como el pastor Silva, ahora tiene su propia iglesia con mucha
aceptación. Los antiguos guerrilleros como Carlos Alonso Lucio ahora son pastores,
como lo fue el antiguo jefe de escoltas de Andrés Pastrana y esposo de la cantante Marbel. Y el liberalismo ahora
es religioso y tiene expresiones como la de Vivian Morales y el expresidente
Alvaro Uribe. Y no es que sea a causa de la insurgencia de “avivatos” sino como
expresión de un afán de espiritualidad que marca el ingreso a la posmodernidad,
luego de la quiebra del racionalismo. Por eso ahora en el plebiscito se vio claro
el nuevo panorama en que los sectores religiosos de todos los matices se
hicieron presentes para defender las consignas del no cuando se veían
propuestas de género. Y no es que volvamos a la Edad Media como lo pronosticaba el filósofo ruso
Nicolás Berdiaeff por convicción, o los periodistas liberales por falta de
información, sino como expresión de la posmodernidad. En la premodernidad el
cura de pueblo era el representante de la espiritualidad, en la modernidad el
venerable gran maestro y en la
posmodernidad el pastor, fundador casi siempre de su propia iglesia, con muy
amplia y fervorosa clientela.
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