POR: RAUL PACHECO BLANCO.
No se trata de un caudillo, quizá de un político, pero
además es un abogado con mucha vocación y mucho éxito. Y sobre todo, lo atrae
tanto la vida pública, como la privada. Puede pasar de la una a la otra, sin que
se interrumpa su ciclo vital, ni se sienta frustrado por abandonar una para volver
a la otra. ¿Qué lo motiva? Quizá cuando está en la vida pública sienta
nostalgia de los buenos honorarios de la empresa privada y cuando está en el
sector privado sienta la nostalgia del poder, de la publicidad, del trajín
burocrático. Porque además, lo acompaña cierto sentido del humor que le corre por
la venas, cuando su padre, Humberto Martínez Salcedo o don Salustiano Tapias,
quien tiene un busto bastante abandonado en la calle 36 de Bucaramanga, hacía
las delicias de radioescuchas y de televidentes en su papel de humorista de
nota, porque valga decirlo, no era un ramplón, ni un cuenta chistes, sino un
humorista con capacidad de crear personajes y de meterse en la intimidad de los
hogares. No es un sectario, todo lo contrario, con una gran capacidad de
convivencia, como para aceptar complacido la presencia bien sea de Alejandro
Ordoñez o Gustavo Petro, o Claudia López o Paloma Valencia, o Gina Parodi o Roberto
Gerlein, o Álvaro Uribe o Juan Manuel Santos. Con todos se siente bien. Néstor
Humberto Martínez es un liberal de la escuela reciente, incontaminado de odios partidistas,
respetuoso del fuero personal de cada quien. Los grandes empresarios lo tienen
como abogado de toda su confianza, los líderes de grupo como fiel seguidor. Y
se siente tan transparente que no ve mal que un día esté luchando por los
intereses de una empresa privada y al día siguiente por los del estado. Se siente
como en una torre de cristal en donde no llega la contaminación, ni el juego de
los intereses cruzados. Para todos hay. Su talante es de tal naturaleza que la
ética es una cuestión ambiental. Hay tanto aire adentro que no puede entrar ni
la acción del efecto invernadero, ni cualquier otra clase de contaminación
porque un antivirus combate cualquier sustancia que trate de enrarecer el aire.
Está vacunado pues, para cualquier conflicto de intereses y de llegar a
presentarse, la sabiduría será la consejera que lo alejará de cualquier
sospecha de parcialidad o de encono. Está hecho para las grandes tempestades éticas.
Con razón se dice que con él llegan los poderes al poder.
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