domingo, 28 de febrero de 2016

NOSTROMO: ¿DISCURSO IMPERIALISTA O ANTI-MAMERTO?



Por: RAUL  PACHECO  BLANCO.

La novela Nostromo de Josep Conrad parece la versión del inversionista extranjero en los países subdesarrollados, como si se hubiera propuesto plantear un discurso para que lo escuchen los mamertos para desmitificar su versión. La política dirigida desde la izquierda contra la Inversión extranjera siempre ha destacado la capacidad de explotación de esa clase de capital, que no tiene en cuenta para nada ni el aspecto ambiental, ni otro que no sea el meramente económico. De ahí que cualquier industria extractiva que se establezca en el país, lleva todo el peso de la diatriba anticapitalista, en donde viene a acabar con las riquezas del suelo y en cambio no queda nada para la economía nacional. En Nostromo, Conrad le da la vuelta al tornillo y pone en el centro de los acontecimientos la existencia de una mina de plata cuya historia de por sí es rica y extensa: en un principio fue explotada por los indígenas que no dio resultado. Pero luego, avanzando el tiempo se le entregó en concesión a una compañía inglesa, la cual la sacó adelante, pero se convirtió en tan exitosa empresa, que vino a suscitar la codicia de los nacionales, quienes la convirtieron en fruto de toda clase de saqueos, llegando hasta convertirse en un problema de orden público. Tan grave, que el gobierno de turno tuvo que cerrarla. Entró a dormir el sueño de los justos, pero luego, un gobernante astuto de esa turba de saqueadores y de aventureros que se toman los gobiernos explotando valores como el patriotismo para endulzar el oído y convertirse en pantalla del saqueo que realizan sobre las obras públicas, decidió entregarla en concesión perpetua a un inversionista inglés, pero siempre y cuando pagara por anticipado cinco años de hipotético rendimiento de la mina. Ese inversionista ingles muere a consecuencia del agobio que le produce semejante prebenda y su hijo entonces se encarga del reto plateado. Ahí es donde aparece uno de los personajes centrales, Charles Gould, quien le da al blanco y la saca adelante, en tal forma, que se convierte en el centro de la economía nacional y en botín ambicionable de los partidos políticos y sus consiguientes gobiernos. Y en centro de poder. En medio de un mundo cruzado de revoluciones aparece en la distancia la dictadura execrable de Guzman Bay, quien tiene todas las características de los tirados latinoamericanos, vividos y vueltos a vivir en las novelas de Roa Bastos, Yo el supremo, el chivo de Vargas Llosa, el otoño del patriarca de Garcia Márquez, el recurso del método de Carpentier. Y no solo la figura del dictador, sino de la revuelta permanente, pues la novela es atravesada por la irrupción del general Montero y su hermano Pedrito, a quienes todos temen, mientras el general Barrios hace esfuerzos desesperados por defender al presidente Rivera. Y en medio del paisaje humano aparece el personaje central Nostromo, un capataz italiano, que es el jefe de los cargadores de la mina y quien se convierte en personaje por su presencia en las épocas difíciles, en las operaciones de defensa. Nostromo es el hombre de prestigio, quien a pesar de él se mantiene en su pulcritud hasta que falla, cuando se queda con los lingotes de plata, en una operación fallida para defenderlos de la acometida de Sotillo, un oficial despiadado que acaudilla un ejército de facinerosos y que juega en combinación con el general Montero, pero tiene el objetivo de quedarse con los lingotes de plata para encumbrase. Pero Nostromo tiene una sabiduría agregada y es la prudencia. De ahí que sabiamente va recogiendo y vendiendo poco a poco los lingotes y enriqueciéndose pero de a poquitos, de tal manera que no se note, hasta que en el último día de su existencia y cuando la bala era para Ramírez, quien aspiraba a la prometida de Nostromo, el suegro lo sorprende con un tiro de gracia cuando él iba para la mina a recoger su mesada.

En la novela está el origen de lo real fantástico. Se trata de una novela madre, como ya tuvimos oportunidad de verlo, al impregnar toda una camada de autores latinoamericanos. La mina terminó siendo la perdición de todos: el personaje central, Nostromo, se corrompe. Sotillo se queda sin el pan y sin el queso. Los Gould saqueados. Y Sulaco no avanza porque el motor de desarrollo, que es la mina, viene a soportar todos los embates del juego político en busca de financiación. Así que la explotación no fue para beneficiar a los extranjeros, sino para financiar las revueltas y las revoluciones que son el pan nuestro de cada día de Sulaco y de todos los Macondo que han sido. Solo queda alabar la prosa de Conrad, quien es maestro en convertir en joyas deslumbrantes las frases. Si Shakespeare fue el maestro para insertar ideas en cada párrafo que escribía, Conrad lo es en cuanto a la forma y viene siendo un maestro para García Márquez en ese pulimento esmerado que tiene al acuñar las frases.

 

 

 

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