POR: RAUL PACHECO BLANCO.
No todo podía ser
éxito en la carrera del defensor del
pueblo, Jorge Armando Otálora. Dueño de una fisonomía de rasgos indígenas muy bien
marcados buscó de otra parte darle una carga de pulimento a su personalidad, para
llegar a vestirse, expresarse y rodearse bien. Se trata de una persona que
evidentemente se ha superado en su vida, pues no lo acompañan apellidos
campanudos, sino comunes y corrientes. Pero le falló un ángulo: el de
conquistador. Ahí si le fue como a los perros en misa. Y empezó a enredarse. El
hombre iba en serio con su secretaria a quien consideraba su novia y ella por
el contrario no llegaba hasta allá. Solo esperaba que le pasara el capricho de jefe recién elevado a
posiciones interesantes. Y lo que él llamaba su noviazgo fue de pronto brutalmente
calificado por su secretaria como simple
acoso sexual. Nada más frustrante para un alto funcionario que le pasen cosas
como ésta. Porque generalmente el conquistador logra sus objetivos y conquistas empoderado de sus
condiciones y le pone el sello personal a
sus faenas de catre. Pero que le salgan con el cuento de que son acosos
sexuales y no actos de conquistador, es como para sentirse autor de falsos
positivos. Y todo porque el defensor no
tiene los pergaminos suficientes de orden racial, social o económico para ser
contemplado como carta ganadora en la conquista
de la mujer. Mejor le iba al
expresidente Julio César Turbay, del cual
no se quejaban las señoras, pues quien ponía el grito en el cielo era el
arzobispo de Cúcuta, precisamente por el éxito del presidente en esos asuntos
no oficiales. Si hubiera sido un pésimo conquistador, como el actual defensor,
el obispo no se hubiera pronunciado. Y si fuera un cachaco bogotano tampoco habría
corrido la suerte del defensor, a quien no le perdonan su origen humilde, su
espíritu de sacrificio, su inteligencia. Pero echó por terrenos desconocidos, o
sin medir sus condiciones naturales para semejantes faenas y, encalló. Y quienes
se han debido sentir seducidas terminaron por sentirse acosadas. Cometió errores garrafales como el de mandar videos con imágenes suyas, en donde sostiene en la mano una de sus
carencias, pues de antiguo sabemos que nuestro habitante andino no ha sido tan bien
dotado para estos menesteres, como el habitante de la costa que si saca la cara
por su comunidad. Un video de esas
características debe ser lo más desilusionante para el sujeto pasivo de la conquista.
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