POR: RAÚL PACHECO BLANCO
En la última novela del premio nobel J.M.Coetzee, se da el lujo de pasearnos por
la vida del pequeño David, quien a la edad de diez años contrae una rara
enfermedad, pero no por ello pierde ese aliento sobrenatural que lo cobija y
que lo hace perdurar ante su comunidad.
¿Cúal es la intención de Coetzee? Por qué tituló la novela
como la muerte de Jesús si Jesús no entra en escena en la realidad y Coetzee se
engolosina presentando perspectivas, cada vez más profundas sobre su personaje,
a quien el lector lo toma como la imagen
de Jesús, para divagar acerca de la familia de David y sacar algunas
conclusiones.
Es un novela abierta y
da para muchas interpretaciones y consideraciones: por ejemplo: Por qué
hace tanto énfasis Coetzee en la orfandad de David y en la falta de química
entre él y sus padres adoptivos? ¿Se
trata de humanizar a Jesús al criticar que no había sido concebido por la
virgen María, dada su naturaleza divina y la unión de pareja entre ella y José
queda en una encrucijada, como si el matrimonio no fuera la máxima
expresión de amor entre cónyuges y la
justificación de sus relaciones carnales, para engendrar otros seres y proyectar
al hombre a través de los tiempos?
Pero si es innegable el afán de Coetzee por proyectar la
muerte de Jesús, que vuelve y juega, como en la concepción nietzhcheana del
eterno retorno, al encarnarse de nuevo Jesús en un huérfano y ver que no casa
con sus padres adoptivos, a quienes les falta responsabilidad en la tarea escogida
y tacha de ineptos, Dimitri, el personaje que hace las veces del malvado pero
en trance de corregirse y asirse a una fe que lo restaure y lo proyecte en su
nueva vida.
Y cuando les dice en una carta para el padre adoptivo de
David, Simón, algo tan concreto como esto: “Pero tú sabes la verdad. Y la
verdad es que jamás fueron una familia feliz, ni siquiera una familia. La
verdad es que el joven David no era hijo de nadie, era un huérfano a quien, por
razones personales, acogiste bajo tu ala y rodeaste con un cerco de espinas
para que no pudiera huir y remontar vuelo”.
Luego la intención de Coetze es hacernos ver que a Jesús terminamos
matándolo y no comprendiendo su mensaje y, sin embargo, algo queda de semejante
desafío. A Jesús lo matamos cada rato, lo consideramos como un huérfano a quien
no permitimos se realice, por lo menos
en nuestros corazones.
En cuanto al culto por el quijote de Cervantes, es una
confesión personal de Coetze, quien ha preferido que sus obras sean cobijadas
por el español y no el inglés, por cuanto para él la lengua inglesa está lejos
de llenar sus expectativas de interpretación.
Por lo demás, la prosa no se da ninguna clase de lujos ni
aparecen metáforas deslumbrantes ni nada que se la perezca, pues la regla es la
claridad, despojada de toda arandela que distraiga sobre la esencia del relato,
que va por los predios de la filosofía, filosofando, lamiendo la corteza de las
palabras en su significado.
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