Recuerdo que Ortega y Gasset hablaba mucho de la altura de
los tiempos. Y eso es lo que hace Harari, ponernos a la altura de un siglo XXI
que es la conjunción de un cambio sostenido que no para y al cual debemos acomodarnos.
Pasa revista a las religiones para sacar algunas
conclusiones: en primer lugar, según él, no se sabe qué sea peor, si el
politeísmo o la creencia en único Dios como lo cree el cristianismo, el judaísmo
y el islamismo, un Dios único que queda
nadando entre millones de siglos, si nos atenemos a que el universo fue creado
alrededor de 13.800 años, la tierra de 4.500 millones y el hombre alrededor de 2.000
millones. La biblia y el Corán son relatos humanos, sin ninguna prueba de que
hayan sido promulgados por los dioses, agregando además, que para la ética que necesita
una nación no hace falta un Dios porque
la simple unión entre humanos es suficiente para garantizar el orden.
Y él, como israelí, o como judío se adelanta a criticar
tanto a su raza como a su religión, agregando que el aporte de su patria a la
historia del mundo no ha sido mayor y solo ha habido individualidades como el
caso de Einsten y Freud que han aportado mucho a la cultura universal.
Ahora, además de prepararnos para la globalización y para la
única civilización vigente, no debemos darle tanta importancia como se le ha
dado al terrorismo, porque al sacar conclusiones y al hacer comparaciones, las
victimas del terrorismo han sido mínima en comparación con la bajas en dos
guerras mundiales y guerras aledañas.
Para meterse también
con los retos de la tecnología, al borde ya de la existencia del homo sapiens
para constituir una nueva especie, ya más adelantada, en donde la infotecnología
y la biotecnología darán una vuelta de tuerca a las cosas, como por ejemplo la
sustitución del hombre en materia de trabajo por los robots que harán toda
clase de oficios, desplazando el rol tradicional del hombre.
Y además, cuestionando conceptos como el de la libertad, e
ideologías como la liberal que se sostiene en base a un libre albedrio cuando
este no existe, pues las células de que está compuesto el hombre le pautan su
quehacer y el algoritmo correspondiente entra a desarrollar una lectura ya
definida.
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