POR: RAUL PACHECO BLANCO
Para otros Duque es un economista, un técnico metido a
político, de espíritu corporativo y con el concepto del crecimiento económico
como patrón del cambio. Por eso, según ellos, le dejó el manejo de la política
a Alvaro Uribe, mientras él se dedica a gobernar en términos economicistas, con
su gabinete de figuras jóvenes y desprevenidas políticamente.
Para otros, Duque puso en práctica el sistema parlamentario
de facto, al instituir a Alvaro Uribe de Primer Ministro, el dueño del balón
político, para él constituirse en solo jefe de estado.
Para otros, Duque es el nuevo Macron francés que representa la línea del centro, sin
experiencia en los tejemanejes electorales. Por eso, él se metió de lleno en el
Centro Democrático, mas atraído por el nombre que por el centrismo de sus
militantes, quienes se caracterizan por sus posturas extremas y más en línea con la extrema derecha europea.
Todas estas interpretaciones tienen algo de veracidad y solo
el tiempo nos ira diciendo en realidad cual es el verdadero talante de Duque,
que hay que reconocerle su olfato para arrimarse a los agujeros negros por
donde va a pasar el tiempo que se abre camino.
Pero en todo caso, ha sido una persona preparada para
ejercer el gobierno, con mucho estudio al fondo, donde ha producido varios
libros que se relacionan con la teoría naranja para sacarle jugo a la cultura y
convertirla en herramienta de crecimiento y no solamente de especulación.
Ya en las librerías se aprecian las obras del joven
gobernante, que primero teorizó y se metió de lleno en el estudio de los
problemas nacionales, en lugar de irse a los pueblos a recoger votos y aprender
todo lo referente al manzanillismo para luego empezar una carrera política que
lo llevara del concejo a la asamblea, luego a la Cámara y por ultimo al senado.
Y tuvo el olfato también de escoger un padrino, que sin él no hay paraíso en nuestra política, que ha
dejado regado en la historia mucho proyecto interesante de figuras que se
extinguieron sin coronar la meta, por la falta de una padrino adecuado que les
permitiera llegar. Desde la generación
de Gaitan y Turbay se aprendió la lección de que sin un padrino
eficiente y oportuno no es posible llegar a la presidencia. Los casos de Turbay
y Gaitán sentaron jurisprudencia en ese aspecto.
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