POR: RAUL PACHECO BLANCO
Por eso Mockus se vio ante el fracaso electoral y al
contemplar la perspectiva inmediata de
seguir o retirarse, cedió a su impulso de seguir en la contienda
política y vinieron los apoyos de gobierno para flotantizarlo, a base de
contratos. Con esos contratos encontró la supervivencia pero se llenó de
incompatibilidades. Lo llenaron de contratos y él muy solícito, cumplió con todos los objetivos contemplados en ellos.
Pero sin tener en cuenta que estaba cavando su propia sepultura.
Y para colmo de males, el profesor Antanas Mockus se enfermó.
La lucha en esa forma adquirió un perfil
dramático, pues además de tener que superar el problema económico, ahora tenía
que hacerle frente al de salud. Y optó por seguir adelante. Ya cuando se echa
toda la carne al asador no queda intención alguna de volverse atrás. Entonces
se va volviendo práctico y empieza a dejar a un lado las arandelas de otro tipo,
los conceptos de moralidad y de ética se van borrando del mapa mental y solo
aparece el hecho escueto que le garantiza su permanencia en la política.
Pero viene lo peor, que es el cuestionamiento que hace la
ciudadanía y la pérdida de las viejas banderas de la honorabilidad. De ahí en
adelante la ciudadanía le pasa la cuenta de cobro por la declinación de los ideales
que lo proyectaban ante la comunidad y le garantizaban el seguimiento y el
ejemplo moralizante.
Ya no puede seguir usufructuando de esa aureola de profeta
mayor y de ejemplo para sacar adelante el modelo del político con ideas, pero
con principios. La única salida elegante que le queda a Antanas Mockus para
seguir actuando en la vida pública, con el prestigio con que ahora tiene, es
que renuncie a su curul y reconozca que
se equivocó. Lo contrario, perdería la credibilidad que había conquistado y se
convertiría en un político del montón, sin la aureola que ostentaba.
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