Una parte mecánica y otra orgánica. En la parte mecánica
está la maquinaria de los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el
judicial, un sistema de leyes y una organización electoral, ese es el cascarón,
la piel de la democracia.
Y desde luego se pueden hacer bellezas, con toda clase de jugadas
para que la tribuna goce, como ha gozado la tribuna de sol de la Venezuela Madurista.
Allí los tres poderes pueden reducirse a uno solo, en este
caso el ejecutivo, que comanda a los demás y les da órdenes como a los militares.
Para él un militar es igual a un juez y deben cumplir el mismo oficio:
obedecer. Y el legislativo que generalmente se ocupa de hacer las leyes, el
ejecutivo le ahorra el trabajo y las hace por medio de decretos leyes o de
leyes habilitantes.
Inclusive puede darse el lujo de dejar en manos de la
oposición el legislativo, pues para eso existe un remedio infalible que es la
soberanía popular. Entonces se crea una asamblea constituyente, el poder
original, maestro, que dicta las leyes fast track y si se necesita, enmienda la
constitución.
Es el pueblo mismo el que ejerce la capacidad de hacer
leyes, ni más faltaba. Y la organización electoral es apenas un apéndice del
poder ejecutivo que separa las impurezas de la realidad electoral y las
convierte en verdad.
Si hay necesidad de acomodar el resultado de las elecciones,
lo hace, con la efectividad suficiente como para que el jefe de estado y jefe
de gobierno al mismo tiempo, alaben la labor realizada por la institución.
Pero esta democracia así organizada no tiene software, o sea
los principios como la libertad, la igualdad y el derecho de propiedad. Esto
viene sobrando. Aquí la libertad no existe, pues el presidente, su presidente,
les ahorra a los ciudadanos el tener que pensar. Eso lo hace el presidente. Es
como una especie de derecho de pernada democrática, en que el soberano tenía de
desflorar a la esposa recién casada, para evitarle el fastidio de la
desfloración al ciudadano y ahora de sustituirlo en el engorroso proceso de
pensar y de hacer.
Todos los derechos que tiene el ciudadano del común en la carta
constitucional, los realiza el presidente y él decide por quien votar en las
elecciones, qué leyes le convienen al pueblo, qué decisiones judiciales se
deben tomar y así por el estilo. La igualdad la da también el ejecutivo que
señala los derechos de cada quien, que los iguala ante él. Y el derecho de
propiedad rompe las barreras de la individualidad y a cada quien se le da lo
que merece, para obedecer a los patrones de la nueva igualdad institucional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario