POR: RAUL PACHECO BLANCO
La democracia nacida de la revolución francesa aparece como
consecuencia inmediata de la crisis del absolutismo monárquico. En la monarquía
el Rey podía hacer lo que le viniera en gana porque no estaba regido por la ley
y por una constitución. Él era la ley. Por eso Luis XIV llegó a decir con
razón, el estado soy yo. Así que de ahí en adelante, dentro del régimen democrático
lo más importante es la constitución y la ley. Y decimos esto, porque la situación
del Brasil va para allá precisamente, cuando Lula Da Silva, ya condenado por la
justicia de su país, insiste en lanzarse como candidato presidencial, montado
sobre la soberanía del pueblo. Porque para allá vamos: Lula irá a argumentar
que las próximas elecciones presidenciales serán un plebiscito en donde el
pueblo diría si quiere que sea condenado o por el contrario absuelto y, desde luego,
elegido como próximo presidente del Brasil. Pero ahí es donde está el meollo de
la cosa, porque la democracia no es absolutista, porque la democracia no puede
encubrir bajo el supuesto del ejercicio de la soberanía, evadir la justicia, de
no obedecer a una de las ramas del poder público que ha condenado a Lula .La
providencia se ha producido dentro de estrictos marcos legales, sin que se considere
un atropello a los derechos de Lula. Se trata de una constitución vigente, con
unos funcionarios debidamente nombrados y con todo el peso de la ley. Luego el
líder de los trabajadores no puede alegar que se están vulnerando sus derechos
o que los hechos por los cuales fue juzgado y condenando no ocurrieron. Todo lo
contrario, está debidamente probado que el expresidente recibió un apartamento
en una zona exclusiva de la capital brasileña como coima para que aprobara el
gobierno un proyecto que estaba en sus trámites legales. En la época del
absolutismo esto podría ser corriente, porque la persona del rey estaba por
encima de la ley. Pero no ahora. La democracia se soporta sobre tres elementos:
un sistema de leyes, la tridivisión del poder y un sistema electoral. Y si se
trata de borrar de un tajo así sea uno
solo de sus elementos, pues no hay democracia. De lo contrario significaría que
nos hemos devuelto en la historia y que estamos a un paso de consagrar de nuevo
la monarquía con otro nombre. Por encima
de todo está el principio de la democracia con todas sus letras: no cabe el
absolutismo.
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