POR: RAUL PACHECO BLANCO.
Pasarán muchos años para que se borre de la memoria la ingratitud
que acaban de cometer con Horacio Serpa Uribe, a quien el expresidente Gaviria
le negó el derecho de encabezar la lista al senado de la república. Una persona
que le dedicó todas las horas de su
tiempo para conseguir el puesto debido, que tuvo el ojo avizor siempre
en busca de la presa esperada para sus seguidores y amigos, que le prestó el
servicio de ser dos veces candidato a la presidencia sin contraprestación
alguna, solo con generosidad. Que puso a su servicio el verbo que fue capaz e
enervar cualquier acción de la justicia parlamentaria contra el expresidente
Samper, a quien sacó limpio de toda culpa del proceso 8.000. A quien el partido
le cabía en la cabeza para llenarlo de halagüeñas perspectivas burocráticas. Cada
gesto suyo era una señal que indicaba en donde estaba la presa viva, el cargo
público que incentivaba la cauda de sus seguidores. Cuantas veces su voz llevó
no solo al combate sino a la victoria al partido. Pero no, todo encalló cuando
el expresidente Gaviria con soberbio tono, una soberbia cafetera, llena del color
y del sabor de la pepa que sale de los cafetales, le manifestó que el primer
renglón de la lista para senado no sería para él, pues las realidades del
partido eran otras y que las circunstancias que lo hicieron candidato presidencial
dos veces, ahora no se daban. Que le podía dar el renglón 100. Ahí es cuando
uno dice, ¿en qué momento se montó sobre
el árbol que no era, que no producía ni una curul y que sólo estaba para dar
sombra a los gajos que se desprendieran de su propia naturaleza? Entonces volteó
a mirar a Cristo, quien estaba más crucificado que de costumbre y le dijo: el
zar de Pereira nos ha abandonado. Y ahí fue cuando justamente enojado le dijo y
le repitió: ¡mamola…!. El mismo gesto de Gaitán, pero ya pasado por el teléfono
celular. Gaviria se quedó mirándolo y solo alcanzó a percibir en su saco de
paño ligero la otra caspa, que estaba junto a la que se quitó el día en que el
hijo de Galán lo ungiera como jefe del partido. Mientras que Cristo y Serpa
salían enfurecidos hasta donde se encontraba Ernesto Samper, esperando noticias
del reino. Para decirle más luego con vibrato incluido: ¡Gaviria intentó
manosearme! Yo se lo había advertido, le repuso Samper y se echó a reír.
No hay comentarios:
Publicar un comentario