POR: RAUL PACHECO BLANCO.
A estas alturas del partido el uribismo y el santismo van
empatados: sus dos campañas presidenciales están involucradas en el escándalo
Odebrech, que no solamente sacudió a Colombia, sino a toda Latinoamérica y
tiene ya con órdenes de captura presidentes, hijos de presidentes, políticos de
alto y bajo vuelo, en fin, el Apocalipsis. Ahí no se salva nadie, en teoría,
porque en la práctica bien sabemos que no va a pasar nada. Ahí tenemos el
ejemplo del expresidente Samper pidiendo que este escándalo se investigue hasta
las últimas consecuencias y que no vaya a quedar impune, como el caso suyo.
Cuando la campaña presidencial del 18 estaba enderezándose por el lado de la
paz, por la reincorporación de las Farc a la vida ordinaria y a la política y
que el No iba ganando, todo ha quedado sub júdice. Cuando los diversos partidos
empezaban a organizarse en torno a sus candidatos y cuando todo parecía
enderezarse por la vieja confrontación entre santistas y uribistas, viene el
destape del Odebrech y empiezan a rodar cabezas. La primera fue la de Oscar Iván
Zuluaga a quien acusan de haber recibido ayuda de la firma brasileña y no acababan de festejar semejante hecho los
santistas, cuando viene el otro remezón en que la campaña del presidente Santos
también fue infiltrada por la misma firma y con calanchines nacionales. Y ni
siquiera el vicepresidente Vargas Lleras se salvaría, pues aunque demuestre que
no tuvo conocimiento o no se involucró en la parte sucia del paseo, su credencial
de vicepresidente quedaría viciada, lo
mismo que la del presidente, por el leve arrullo del chanchullo. Todas estas
candidaturas están heridas de muerte como es el caso de Francois Fillon en
Francia, a quien le descubrieron un hecho menor con relación a su esposa y la
vinculación a dineros públicos irregularmente habidos. En tanto Alvaro Uribe
comienza a despejar la caspa de sus hombros, dejando a la intemperie a su alfil
mayor, en momentos en que su corazón no había resuelto decidir el pleito de la triple investidura entre
Zuluaga, Holmes y Duque. A lo mejor se gana la lotería porque estos nuevos
hechos le despejan la decisión a tomar. Y el presidente Santos, recién llevado
al panteón de los próceres con su premio Nobel de paz, se siente tan
sorprendido como el expresidente Samper
en su hora con el proceso 8.000. Esperemos a ver cómo se va desenvolviendo este
drama a la medida de la investigación del Fiscal.
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