POR: RAUL PACHECO
BLANCO.
Esa brisa que se convierte
en ráfagas de viento y que en la tarde se recrudece por la quebrada de aire que se desprende de Monserrate y Guadalupe., al par que la luz
se va agotando, llegaban hasta las
personas que desde temprano ocupaban asiento entre el capitolio y la casa de
gobierno. Y se sentaban con cara de circunstancia, pues se trataba nada más y
nada menos que la posesión de un presidente de le República, en este caso Juan
Manuel Santos Calderón para su segundo periodo. Y pasaba la cámara, lenta, abochornando
muchas veces al personaje acordado y veíamos los rostros de los presidentes centroamericanos, muy cumplidos, quienes con el paso del tiempo se fueron convirtiendo
en los personajes más relevantes, dentro de la nómina desplegada al acto. El
presidente de Guatemala, con su cabeza blanca no obstante su juventud, el de
Honduras, Costa Rica, Panamá, Ollanta Humala del Perú, Rafael Correa de
Ecuador. Y otros cuantos presidentes . Pero buscaba uno, no la cámara, el
rostro hirsuto de Maduro de Venezuela, con su bigote poblado como su humanidad,
el de Evo Morales, con el aire de indígena boliviano, o la cara del exguerrillero
tupamaro Mojica del Uruguay , o si acaso
el rostro sonriente de Michelle Bachelet y nada. De pronto estiraba la cabeza
para tratar de localizar a la presidenta de Brasil y tampoco. Y luego, ¿por qué no?, podían estar los
presidentes europeos y buscábamos a Francois Hollande, en viaje de bodas con Julie Gayet, o a Angela Merkel , sacándole el
cuerpo a tanto trabajo, o aún más allá
Putin, quien también para escapar del conflicto con Ucrania decidiera refrescar
sus pulmones con el aire de Monserrate y no con el de las frías estepas rusas.
Quizá Obama con su sonrisa a flor de labio al lado de su mujer la exuberante
Michelle, con su porte de tenista de ligas mayores.
Pero nada. Nada de nada. Como que la soledad que nos viene
de tiempos de Aureliano Buendía se colaba por los pequeños lampos de luz que se ahogaban en el crepúsculo, entre los
cerros. Solo aparecía como un arrecife que contenía el oleaje de soledad la figura ya trajinada del ex rey Juan Carlos, tan apegado a
Colombia, pero sin que le hubiera dado chance a Felipe VI para darnos a conocer
a la bella Letizia, en su plan ya de nuevo Rey de España. ¡ Es que ni siquiera el expresidente Uribe!.
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