miércoles, 1 de abril de 2015

MAQROLL EL VELEÑO.



POR:  RAÚL  PACHECO  BLANCO.

No se parece ni a Sancho ni al Quijote. Está muy lejos de ver molinos de viento, antes por el contrario es muy  aterrizado. Y tampoco tiene  las condiciones de Sancho pues si algo ha tratado de hacer en la vida es  cultivarse, bien sea con el estudio del derecho o con la escribanza de libros, de los cuales ya lleva un montón. Se parece más bien a Maqroll el gaviero, el personaje de Alvaro Mutis, por ser un viajero impenitente. La vida le ha dado tantos frutos que se dedicó a lo que le gusta: viajar.

Así  que cada vez que uno se lo encuentra en la calle, cuando tiene a un lado su bastón de peregrino, su sombrero veleño y su barba de tres días, se  acaba de bajar de un avión que lo ha llevado a cualquier parte del mundo: del Africa, del Asia, de Barcelona, de Europa o de los Emiratos árabes. No tiene nada más en qué pensar, ya en su vejez muy bien llevada, no obstante un grave contratiempo de salud que tuvo y que lo pone a cojear un tanto, que en gastarse el capital que se ganó limpiamente en la vida, bien sea vendiendo apartamentos o ejerciendo su profesión de abogado o metiéndose a la política. Y fue bautizado en el sectarismo, ,como cualquier  colombiano que se respete, tanto, que a su hermano lo iban a bautizar con el nombre de Liberal, así  como suena, pero como el cura que lo iba  a bautizar seguramente era conservador, le dijo que con ese nombre  no podía entrar en el reino de los cielos y entonces quedó en Liber. Y de  ahí que su tránsito por la política lo llevó al gobierno y a los cuerpos representativos. Precisamente en el gobierno conoció  a quien hoy en día es su segunda esposa, cuando le aseguró  un cargo que a los liberales poco les gustó  por tratarse de una conservadora. Y esto los unió  y los llenó de una gran suerte, porque a partir de ahí Gustavo Pinzón González no deja de hacer sus viajes, bien sea acompañado o solo y a su mujer se le vino la fortuna encima, convirtiéndola en una acaudalada empresaria. Sus hijos todos están muy bien, de ahí que no tenga la preocupación de dejarles nada, pues ellos se bastan solos. De ahí que como única salida encontró en los viajes la manera de deshacerse de sus denarios que le estorban y se los quiere más bien gastar viendo un atardecer en Estambul o pararse debajo del Arco del Triunfo en Paris o dentro del coliseo romano, donde ya  no hay fieras ni cristianos sacrificados.

No hay comentarios: