viernes, 8 de abril de 2011

LOS CORSARIOS DEL SIGLO XXI.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.
La patente de corso era una autorización que daban los monarcas a los propietarios de barco para asaltar los barcos enemigos con el fin de cubrir la carencia de armadas propias. Viene del latin “ cursus” que significa carrera. Esta modalidad existía más que todo en la Edad Media y en la Edad Moderna cuando los estados no tenían el dinero suficiente para constituir su propia marina. Eran piratas disfrazados de autoridad que cometían toda clase de delitos amparados en esa licencia encubridora. Eso capitanes podían utilizar los puertos de su país, recibir suministros de su gobierno, en caso de ser capturado, pues se le debía considerar como prisionero de guerra y no de simple pirata; ascender al grado de corsario y tener derecho a reclutar tripulación. Los tiempos cambiaron y ya no dispone de soberanía el monarca, sino el pueblo. Y como el pueblo es amorfo, poroso y veleidoso, le ha dado patente de corso a mucha gente para que vaya a los cuerpos colegiados a asaltar. Como ya no existen los barcos plagados de piratas y llenos de oro, sino un presupuesto amplio, éste se convierte en el botín de abordo, que hay que saquear, a como dé lugar. La patente de corso es la credencial que el pueblo cándido le otorgó al nuevo corsario, lo invistió con las preseas de la democracia y ya armado en semejante forma, a asaltar presupuestos, contratos, allí donde el oro brille. Algunos son nietos de ex presidente, que luego de hacer modestas incursiones en provincia, nacionalizaron su industria y ampliaron el negocio, para enlazarse con los grandes contratistas, como los Nule, prodigio de empresarios musculosos. E Iván Moreno no contento con eso, se dedicó a desafiar a su juez, a retarlo, a despojarlo de su investidura, como si se tratara de un barco pirata y no de una Procuraduría. Y se dedicó a dilatar el proceso, a hacer teatro internacional, a presentar todos los recursos habidos y por haber, a diluir el procedimiento en el tiempo, para ver si por esos atajos se disuelve la responsabilidad. Lo mismo que el Contralor de Bogotá, quien ya tenia montada su industria constructora en Miami y ahora, buscando la forma de sacarle el cuerpo a la justicia. Esto para citar solo dos ejemplos en que además de cometer fechorías, quieren se les trate como prisioneros de guerra y no como simples delincuentes. O qué decir de los Nule, verdaderos corsarios del siglo XXI.

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