POR: RAUL
PACHECO BLANCO
Ya era
tiempo de que se empezara a escribir la historia nacional. Hasta el momento
solo hemos producido versiones liberales o versiones conservadores, lo mismo que
versiones marxistas, evidentemente parcializadas.
El esfuerzo
del profesor Hernando Gómez Buendía para escribir la historia de Colombia, viene
sostenida por diferentes puntos de vista, ya sea el filósofo, ya el economista,
ya el abogado, ya el periodista, ya el politólogo. Esto enriquece su aporte.
Su libro
analiza la historia de Colombia valiéndose de la violencia, para ponerla de
punto de referencia y tener tiempo de repasar los diversos periodos, ya enumerándolos
ya comentándolos.
Las luchas del
centro son las partidistas entre conservadores y liberales, que cubren largos
periodos como el que va de la época federal, en que convertimos el país en un campo
de batalla, pasando por la Regeneración con Núñez y, llegando a los años 30 en
donde hay un pequeño desquite de los liberales, para terminar en la mano dura
de Laureano Gómez.
Hay tregua
en el Frente Nacional, se diseña una política de paz, el eterno diseño no
alcanzado y, empiezan las guerras de la periferia, cuando entran en juego
nuevos actores, como la guerrilla, que alcanza a contar con el aporte del ELN,
las Farc, El EPL, y el M19, las distintas líneas de acción
de la izquierda.
Ya en esta etapa
entra en juego el debate social, y la guerrilla aprovecha los sitios hasta
donde no llega el Estado, para agitar las ideas de izquierda y plantear la
revolución, luchando contra la desigualdad social.
Es
demoledora su tesis sobre una guerrilla equivocada que no tenía más salida que
la entrega o la derrota militar. En primer lugar, porque carecía de legitimidad:
no representaba al pueblo, como decía a los cuatro vientos, arrogándose una representación
que no tenía, pues casi se aceptó como un Estado para iniciar las conversaciones
de paz con el gobierno.
Y ahí sí, como
lo dijera Serpa, le metieron un gol al gobierno, pues los resultados de las
elecciones no pasaron de cincuenta mil votos, votos que saca cualquier diputado
a la Asamblea en unas elecciones de mitaca.
En medio de
todo este conflicto se alza el orden conservador, basado en la alianza con los
Estados Unidos, como su manso seguidor, en la organización privada de la
economía, en donde las grandes empresas son las que mandan. Se agrupan en la
época agrícola con el desarrollo del campo, para producir materia prima que proporcione
divisas suficientes para sustentarse y progresar. Luego viene la revolución
industrial, en donde se pasa de la exportación del café a la producción y
exportación de petróleo, en un nivel mediano, para no parecerse a Venezuela.
Y el orden
conservador también basado en la democracia, con la separación de sus poderes y
la independencia entre de ellos, tratando de lleva un clima también mediano de
protección de los derechos humanos.
La obra es
eminentemente crítica y no ahorra expresiones para desacreditar los gobiernos
liberales, porque aún su hito más logrado, como lo fue la revolución en Marcha
de López Pumarejo, no logró hacerle ni cosquillas al orden conservador.
Y cuando se
le sale el politólogo, se explaya y adquiere una fluidez envidiable para
calificar a los jefes del partido liberal, para decir de Virgilio Barco lo
siguiente: “… el súper funcionario sin carisma que no ofendía demasiado a
ninguno de los tres (Lleras, López y Turbay), era pupilo de Alberto Lleras y
del contralor general de la nación” y además le agregaba “Barco era un liberal comecuras del siglo XIX”.
Y sigue:
“Pero también podría decirse que en el Frente Nacional fue la nueva versión de
aquel repliegue de las banderas liberales que habíamos visto al culminar la
guerra de los Mil Días, por segunda vez en un siglo, el Partido Liberal había
renunciado a sus ideas y el orden conservador siguió siendo sostenido, como
dije, por un Partido Liberal conservador” (pag 584)
Y sigue:
“Para esa época el Partido Liberal ya no era más que el conjunto de caciques que
cada cuatro años se reunían para escoger al presidente de Colombia (Pag 598).
Y sigue: “Gaviria
no era llerista, ni proteccionista, ni anti-clientelista como Galán sino todo
lo contrario, y sobre todo llega como presidente improvisado en medio de una
crisis nacional de grandes proporciones” (Pag 599)
Y luego
comenta que la reforma constitucional del 91 nació de una tesis de grado de un
hijo de uno de los ministros de Gaviria, en que se abría la brecha de las reformas
constitucionales, cuando la constitución del 86 las había cerrado
definitivamente
Entonces
fue cuando se tejió toda la estrategia para acudir al propio pueblo, como
depositario de la soberanía, para que se manifestara, dejando de lado el acto
legislativo previsto en la constitución y que le dio la oportunidad al ministro
Serpa Uribe, para comentar que no estaría mal “meterle un golecito a la Constitución.
(Pag 584)
La
construcción del país ha sido lenta. Por una parte, la extensión y lo montañoso
del territorio ha hecho que la vida sea difícil y en materia cultural lo mismo.
Pero sin embargo, hemos construido una democracia, y una economía, que primero
empezó con el cultivo del café, para
concluir en la exportación del petróleo que le garantizó unas perspectivas más
favorables, en medio de contradicciones, porque por una parte la posmodernidad
nos llegó primero que la modernidad, que nunca la tuvimos, cosa que precisamente
los historiadores liberales han resaltado en el periodo Radical, cuando se dio
el salto al racionalismo y hubo una voluntad de culturizar el país, aunque
fuera a bala, para hacerlos caer en cuenta, a los ciudadanos, que por encima de
todo estaba la razón.
La constitución
de 1.986 se constituyó en la base de nuestro orden y ese orden no pudo ser sustituido
por la impronta liberal, pues considera que la constitución del 36 ni le hizo
mella al orden conservador, como ya lo dijimos, ni el Frente Nacional pudo
construir un orden más liberal, más abierto y para terminar con el último periodo
de gobierno, dominado por los liberales, Barco, Turbay, Gaviria, Samper, para
no decir Uribe y Santos.
Los
partidos, lo mismo que la Iglesia dominaron esos primeros periodos históricos,
hasta que fue languideciendo su poder, por el desgaste de la hegemonía de los
partidos y, la Iglesia con la pérdida de seguidores por la presencia de
corrientes protestantes que se metieron hasta en la constitución del 91, para
mal, porque en materia de derechos culturales se vino reflejar una regresión,
en materia de aborto, matrimonio homosexual, adopción en parejas del mismo sexo,
divorcio, etc.
Los
partidos terminaron desdibujados y se conformaron nuevas divisiones de carácter
personal, con la irrupción de Álvaro Uribe, que arrasó con el partido
conservador, porque le robó muchos seguidores y con el partido liberal, por el
mismo motivo, para crear un grupo de derecha extrema, tan de moda en al mundo actual
de 2.021.
Así que
Uribe desplazó a los partidos tradicionales, y se ha dado el lujo de imponer
presidentes: él, Santos, con dos periodos cada uno y el último, Iván Duque.
Son pues,
ochocientas páginas de muy buena literatura, con una amenidad que resalta en
medio de la aridez de los temas. El sentido crítico ya comentado, el análisis
de la política nacional desde los partidos y, no desde el ángulo de un solo
partido. La erudición que va desde la filosofía, hasta la sociología, la
economía, el derecho y la politología, que todo va engranado en el relato.
No se trata
solo de un abogado javeriano y de un columnista del Espectador, sino de un
cuajado escritor que se ha paseado por todos los ángulos del conocimiento para
tratar de dominar los temas y arriesgarse a hacer una obra de tanta envergadura
como ésta.