miércoles, 16 de marzo de 2022

LAS MEMORIAS DE SERPA

 



POR: RAUL PACHECO BLANCO

¿Por qué no fue presidente Horacio Serpa? Porque lo cogió el tsunami del proceso 8.000, que vino a coincidir con el alejamiento de los partidos tradicionales de la opinión pública y su lento desaparecer.

Aunque Serpa no lo reconoce y sus argumentos van enderezados a echarle la culpa de sus derrotas a las causas que no fueron, el subconsciente lo traiciona cuando afirma: “Y en cuanto al partido liberal no hay que engañarse: las ultimas no fueron sus mejore épocas, y no por culpa de mis candidaturas” (pág. 455). Más claro no canta un gallo.

Por lo demás, su libro está escrito en una forma amena, que se deja leer y apasiona y, en donde sobresalen los dos amores de Serpa: Rosita y su familia y el partido liberal, que le vino a fallar en los momentos decisivos, mientras su mujer y su familia fueron el mayor apoyo que lo sostuvo.

Arranca su libro desde las épocas en que fue estudiante del colegio Santander, una especie de  “baño democrático” donde la clase dirigente liberal manda a estudiar a sus hijos para que tengan roce proletario, como es el caso de Alejandro Galvis Ramírez enviado  por su padre para que tuviera contacto con la educación pública, del estado, y no de los colegios privados, pudiendo darse el lujo de estudiar con los jesuitas en el San Pedro Claver de Bucaramanga.

Este no fue el caso de Serpa, desde luego.

De ahí salió para la Universidad del Atlántico, un destino atípico cuando los estudiantes de esa época preferíamos irnos a Bogotá, a sus universidades, Javeriana, Nacional, Externado, Rosario. O la Gran Colombia o la Libre.

Pero lo determinante para su carrera política fue su nombramiento como alcalde de Barrancabermeja, hecho por el gobernador de la época, Alfonso Gómez Gómez.  Allí hizo sus primeras armas en una plaza difícil, donde estaba el centro de la insurrección y los duros de los sindicatos. Eso le sirvió para endurecer la piel y aguantar la saña de sus enemigos.

Allí se graduó de político y con las enseñanzas del líder Ayala, un hombre hecho a pulso, de la entraña misma del pueblo, con su cabeza despejada lo llevó al Congreso, donde lo vimos llegar con la timidez propia de los primíparos, no dando señales de la carrera que lograría al paso de los años.

Era una época que se insinuaba el escenario natural de lideres como Galán y Santofimio.

Pero tenía olfato fino para la política al considerar que apoyos como el del líder Ayala, no eran suficientes como para hacer historia en la política y, decidió acercarse a Ernesto Samper, que a su vez había escogido a Alfonso López Michelsen, como su padrino.

Ya posicionado, con buen padrino que le supliera sus carencias, se dedicó a poner su impronta en el liberalismo. La candidatura de Samper salió adelante y llegó a la presidencia y Serpa fue nombrado ministro del gobierno.

Cuando aparecieron los célebres casetes en donde el secretario del cartel de Cali dejaba ver los aportes que el narcotráfico y, concretamente los Rodríguez Orejuela dieron a la campaña Samper, le dieron la oportunidad de mostrar su garra de luchador y su temple guerrero.

Pero, eso a su vez, se comprometió tanto, que lo dejó huérfano de opinión pública y ésta se le vino encima.

Cosa que no fue valorada lo suficiente por su amigo Ernesto Samper, a quien fustiga en sus memorias porque lo dejó solo en su última candidatura cuando en realidad ya estaba con Uribe.

Por eso en su libro dice: “Con Samper no se podía contar, pues a pesar de que se mostraba interesado en la consulta y me anunciaba su apoyo, era un secreto a voces que estaba con la reelección (de Uribe). A las filas del Gobierno empezaron a irse sus más cercanos amigos. Pero Gaviria estaba en la dirección nacional, lo que constituía un importante activo.” ( pág. 460).

Entre los más cercanos amigos de Samper que empezaron irse con Uribe, seguramente estaba el ex jefe del Das, Ramiro Bejarano a juzgar con el destemplado artículo por él escrito en el diario El Espectador, en donde sale en defensa de Samper y trata de explicarse la conducta de Serpa.

Serpa fue un luchador entregado en cuerpo y alma a la defensa de Samper y eso lo discriminó, lo fichó ante la opinión pública, que ya estaba en otro cuento y, a su vez, el liberalismo ya no contaba con la fuerza suficiente de otras épocas, cuando el trapo rojo imponía presidentes, como fue el caso de Virgilio Barco.

Y queda una vez comprobada la teoría en materia de candidaturas: cuando no se tienen los requisitos culturales requeridos, apellidos, padrino, circunstancias favorables, dinero, no se pueden aspirar a la presidencia, así como así.

Qué distinto el caso de Juan Manuel Santos, quién siendo un pasable columnista de El Tiempo, por la magia de su apellido, lo escogió Uribe para que lo sustituyera en la presidencia, que es historia muy reciente.

En tanto que Serpa, quien fue jefe de su partido en varias ocasiones, ministro, Procurador, embajador y tres veces candidato a la presidencia no logró el objetivo. Que el poder del apellido y el del primer diario del país ayudaran a consagrar a Juan Manuel Santos como presidente, es innegable.

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