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ORTEGA Y GASSET.
POR: RAUL PACHECO BLANCO.
Están reeditando en España la obra completa de
José Ortega y Gasset, el filósofo español que leíamos en el colegio para
sacarle el cuerpo a la física y la química. Tenía un estilo brillante, con una
prosa pulida, como las piedras que García Márquez pone en las quebradas de
Macondo, apenas lamidas por el agua y su corriente. Su circunstancia, como él
la llamaba estaba cercada por un marxismo muy extendido, dentro de un régimen
fuerte como el del general Francisco Franco y él era liberal, pero muy conservador. Hasta su
porte era aristocrático y su pensamiento
ídem. Para mí, tenían el mismo encanto las frases brillantes de José Antonio y las de Ortega. Claro que en las de
Ortega encontraba más pulimento. A uno de joven lo cautiva la música de las
palabras y esa música la encontraba por igual en Ortega y en José Antonio.
Además, su libro la Rebelión de las Masas en una época dominada por el marxismo
era una auténtica apostasía, pues allí se denigraba de las masas, que eran
ordinarias, poco imaginativas, bárbaras. En cambio, para el marxismo las masas
eran la salvación de la humanidad, el nuevo evangelio. Y entonces la teoría del
“señorito satisfecho” que Ortega nos entregaba para hacer de nosotros algo que
valiera la pena, con exigencias sobre uno mismo, aristocráticas, en lugar de
tantos derechos como los que exigían los obreros marxistas. O el “hombre masa”,
que no era el obrero de overol, sino el hombre común y corriente, que no se
exige nada, que apenas vegeta, pero no vive, exaltaba la imaginación de los
jóvenes de la época. En eso se parece su pensamiento al de los fascistas, para
quienes el trabajo de campo al par que los embriagaba, los hacia vivir una
tensión que valorizaba, que jerarquizaba. Así que el pensamiento de José
Antonio y el fascismo, se hermanaban en ese entusiasmo por salvarse a sí mismo,
exaltándose, exigiéndose, disciplinándose. Nada de flojeras, puro aliento. El
general Franco era otra cosa. Por eso José Cercas, el escritor español que se avergonzaba
de haber tenido un pariente franquista,
al escribir su novela “El Monarca de las Sombras”, con el fin de liberarse de
su complejo de culpa, fue situar a su pariente el joven Manuel Mena hacia el
lado de José Antonio, de ese falangismo inicial y no del lado de Franco. El
pensamiento de José Antonio era una
especie de “macronismo” de la época, ni de
derecha, ni de izquierda.
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