POR: RAUL PACHECO BLANCO.
El proceso de paz tiene un
argumento de peso para salir adelante
: las dos partes lo necesitan. La guerrilla para convertirse en partido, lavar
su dinero , y llegar por esa via al poder, ya que no ha podido hacerlo por las armas. Y el presidente
Santos para consolidar
las dinastías tradicionales en el poder .Es decir, como señalaba Iván el Terrible : mi primo y yo estamos de acuerdo, ambos queremos Paris.
Bajo el punto de vista de la guerrilla , llevan cincuenta años
buscando el poder y no lo han logrado, cuando la mayoría de los grupos guerrilleros
coronaron, como fue el caso de Uruguay
con Mojica, Nicaragua con los sandinistas y el Salvador, además del ejemplo
clásico de la revolución cubana. De ahí que Raúl Castro se ofrezca como
anfitrión de las conversaciones, porque
está seguro que es mejor negocio jugar por el poder
desde un partido político a hacerlo
mediante los fusiles. Y bajo el punto de vista del presidente Santos, necesita
una vez más coger el toro por los cuernos.
Como tradicionalmente lo ha hecho el
aparato dinástico que nos gobierna desde las épocas de la Independencia.
En el siglo XX López Pumarejo absorbió el socialismo y
enervó los efectos de la revolución que
pudo haberse dado dentro del ciclo revolucionario desatado por la revolución
rusa. Y luego despacharon por la vía rápida a Gaitán. Las dinastías se van formando en la medida en
que coronan con la presidencia. Pero el éxito del sistema ha estado en que las diferentes dinastías han colaborado para absorber también las
nuevas fuerzas que se expresan alrededor de nuevas figuras o de nuevas familias.
Esto a pesar de las diferencias entre los partidos que fueron zanjadas durante el periodo del
Frente Nacional y que aportó precisamente la salvaguardia del sistema de
dinastías. De ahí que Juan Manuel Santos debe preservar el turno presidencial
para una de las dinastías más prestantes como es la de los Lleras. El éxito de esta movida está enlazado al éxito del proceso de paz, porque Santos se
haría al prestigio necesario para seguir mandando la parada. Los nuevos apellidos no son
conscientes de la necesidad de transar para sobrevivir y, de ahí que Alvaro
Uribe la rechace. La guerrilla bien puede ver que su viejo
discurso ya no funciona y que basta mirar
el entorno para darse cuenta de que ya no funciona si nos atenemos a las angustias que
pasan tanto Cuba como Venezuela.
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