viernes, 31 de agosto de 2012

LA REELECCION DEL PROCURADOR.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. Hasta la llegada de Alejandro Ordóñez a la Procuraduría, el ente era un refugio de burocracia que nada le decía al país y pasaban los Procuradores sin pena ni gloria. Si acaso se advertía una sanción fuerte contra Fernando Londoño por las acciones de Invercolsa y pare de contar. La lenidad, la falta de dientes de ese organismo era proverbial y nada pasaba con un cargo que ahora nos damos cuenta lo fundamental que es para aconductar a la alta burocracia. Los días fueron pasando y el país se dio cuenta de que el cargo de Procurador era un bunker desde el cual se podía poner orden. Y el Procurador empezó a tantear al principio, absolviendo un sector y por eso vinieron las protestas de los sectores de izquierda, porque el Procurador no sancionaba sino que absolvía a los uribistas que estaban siendo objeto de investigaciones. Entonces empezó esa jauría a denostar del Procurador porque no sancionaba y alguno de los columnistas llegó a tildarlo del gran absolvedor. Pero luego vinieron los de otros sectores y el Procurador, con el alma bien templada de inquisidor medieval se desató imponiendo toda clase de sanciones, que hacían moñona, porque englobaba tanto la pérdida del cargo como la inhabilidad para desempeñar funciones por lo menos en 18 y más años. Ahí si, quien dijo miedo. Ya el gran absolvedor era el gran condenador. Y como si estuviera preparado de toda la vida para ejerce el cargo, se inspiró en los ejemplos que tanto abominaban sus opositores y desplegó una rigidez que hoy tiene en vilo a más de uno y mucha gente fuera de sus cargos e inhabilitados. Ahí está la atractiva Piedad Córdoba, quien considera que tanto ha seducido al Procurador, que éste no halla qué hacer con ella y tan solo se le ocurre sancionarla ya por una cosa, ya por otra. Y siguió el corte, porque para los uribistas también había. Y corrieron las cabezas y la horca funcionó a las mil maravillas. Volaba esa soga como en los mejores tiempos de la Edad Media persiguiendo herejes. Y caían las cabezas. Ya existía una sensación de que por fin alguien le había encontrado el sentido a un cargo que más bien parecía un escalón para seguir hacia destinos más altos, pero nunca para ejercer las funciones que con tanta generosidad le daba la ley. Y el Procurador se consagró. . Ahora se viene la reelección y el país ve cómo los sectores de izquierda solo atinan a lanzarle petardos por aquello de su fundamentalismo, pero no se atreven a denigrarlo por prevaricador o concusionario. Llueven las criticas de la comunidad gay, de los abortistas, de todos los sectores que están en trance de reconocimiento de derechos y que ven en el Procurador el diablo que hace hostias y se las quiere hacer tragar a las malas. Por todo esto, Alejandro Ordoñez merece ser reelegido, porque al menos en medio de semejante venalidad ambiente hay alguien que amenaza , que castiga y que impone orden.

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